Cuando discutir siempre acaba igual
¿Te ha pasado que, sin importar de qué habláis tú y tu pareja, la conversación siempre termina de la misma forma? Quizá empezó siendo una charla tranquila sobre tareas domésticas y acabó en reproches y enfado. O comenzó con un comentario inocente y se convirtió en silencio incómodo.
No necesariamente significa que no se quieran, sino que se han quedado atrapados en un patrón repetitivo: un mismo “guión” que se activa una y otra vez. Lo curioso es que ninguno lo quiere, pero aun así se repite.
¿Cómo se crea este círculo que parece una rueda de hámster?
Suele empezar con una buena intención:
- Alguien pide más atención porque se siente solo/a.
- El otro responde justificándose para no quedar mal.
- El primero siente que no ha sido escuchado y repite la petición con más fuerza.
- El segundo, agotado, se defiende o se encierra en sí mismo.
El resultado: ambos terminan más lejos de lo que estaban al inicio.
Cuanto más se intenta arreglar con las mismas estrategias -insistir, callar, justificarse-, más atrapados se sienten los dos. Estos bucles son tan automáticos que casi parecen un reflejo. De hecho, muchas veces ni siquiera importa el tema: puede ser la compra, la familia o las vacaciones… pero la forma en que se responde es siempre la misma. Lo que empieza siendo un intento de acercarse, termina generando más distancia.
Ejemplo real (quizá te suene)
- Ella dice: “Nunca hablas de lo que sientes”.
- Él se mantiene en silencio para no discutir.
- Ella interpreta ese silencio como falta de interés y presiona con el tema.
- Él, sintiéndose atacado, se encierra aún más.
Al final, ella se queda con la sensación de hablar sola y él con la de que haga lo que haga, nada es suficiente. Ambos con la frustración de no lograr lo que buscaban.
Lo doloroso es que, en el fondo, ambos quieren lo mismo: sentirse cerca, comprendidos, apoyados. Pero la forma de buscarlo es tan distinta que terminan chocando. Como dos bailarines que aman el baile, pero no logran coordinar el paso.
¿Por qué no basta con “quererse más”?
El amor es la base, pero no garantiza la armonía. Es como tener gasolina en el coche: necesaria para avanzar, pero insuficiente si las ruedas están atascadas.
Porque no es falta de amor, sino la forma en que intentan resolver sus diferencias. Con la mejor intención, repiten conductas que solo aumentan la distancia: reprochar, justificarse, quedarse en silencio o hablar sin escucharse.
Lo paradójico es que cuanto más se esfuerzan, más desgastados acaban. No se trata de fuerza de voluntad, sino de aprender a mirar esos momentos de otra manera.
A muchas parejas les duele admitirlo, pero el amor por sí solo no soluciona los problemas. No basta con quererse más si se sigue repitiendo lo mismo que no funciona.
Piensa en estos ejemplos:
- Te esfuerzas en demostrar cariño, pero lo haces de una forma que al otro no le llega (con detalles materiales cuando lo que necesita es tiempo contigo).
- Callas para “no discutir”, pero tu silencio se interpreta como indiferencia.
- Insistes porque quieres que el otro cambie, pero esa presión hace que se cierre todavía más y la realidad es que no piensas qué podrías hacer para que el otro cambie.
En todos estos casos, hay amor. El problema no es la falta de sentimientos, sino el modo en que se expresan o se gestionan las diferencias. El amor está ahí, pero queda escondido debajo de reproches, silencios o discusiones que desgastan.
Por eso, no se trata de amar más, sino de aprender a relacionarse de otra manera.
¿Qué puedes hacer hoy mismo?
Un primer paso sencillo es ponerle nombre al “juego” cuando aparezca. A veces, basta con reconocerlo para frenar la inercia. Por ejemplo: “Ya estamos en el modo gato y ratón” o “otra vez la escena del juez y el acusado”.
Ese gesto, aunque parezca pequeño, ayuda a recordar que el problema no es la pareja, sino el bucle en el que caen. Y desde ahí, se abre espacio para reaccionar de una manera distinta.
También puedes probar a hablar desde ti en lugar de señalar a la otra persona. En vez de decir “Nunca me escuchas”, intentar con “Me siento solo/a cuando no me respondes”. No garantiza que todo se solucione en un segundo, pero cambia el tono y abre la puerta al entendimiento.
Mirar la relación con otros ojos
Muchas veces, lo que duele en la relación no es la falta de amor, sino quedar atrapados en dinámicas que parecen inevitables. La buena noticia es que no lo son: reconocerlas ya es un primer paso para empezar a cambiarlas.
En el Centro de Terapia Breve Ana Belén Medialdea acompañamos a las parejas a salir de estos bucles, recuperar la complicidad y volver a sentirse equipo.
Quizá tu relación no esté rota… solo necesite aprender a salir del mismo guión de siempre.