¿Y si no fuéramos islas? El poder de sanar en comunidad

aluna madrid
Vivimos en una época que premia la autosuficiencia. Desde pequeñas y pequeños nos repiten que debemos ser independientes, “sacar fuerzas de dentro”, superarnos por nosotras mismas y nosotros mismos. Incluso desde la psicología, muchas veces se ha transmitido la idea de que basta con trabajar lo individual para resolver cualquier malestar.
Pero, ¿qué pasaría si no fuéramos tan autosuficientes como creemos? ¿Qué pasaría si gran parte de nuestro bienestar dependiera de los vínculos, de lo colectivo, de la capacidad de sentirnos parte de una red?

El mito de la autosuficiencia

Imagina que eres una isla. Ahí estás, resistiendo sola o solo las tormentas, sobreviviendo con lo que tienes, intentando no hundirte. Durante mucho tiempo nos han hecho creer que esa es la verdadera fortaleza: poder con todo en soledad.

Sin embargo, como dijo el sociólogo Zygmunt Bauman, “en una sociedad líquida, donde todo se fragmenta, lo que nos salva son los vínculos”. Y es que muchas de las dificultades que atravesamos no son únicamente individuales: la precariedad laboral, la soledad, la falta de espacios de apoyo… no se resuelven con más voluntad, sino con más comunidad.

Cuando todo se coloca en el plano de lo personal, el riesgo es enorme: creer que si no mejoras es porque “no haces suficiente”. Y eso genera culpa, frustración y aislamiento.

Los puentes invisibles

No somos islas. Estamos conectadas y conectados por puentes invisibles: las conversaciones, los afectos, el cuidado mutuo.

John Bowlby, padre de la teoría del apego, demostró que necesitamos de otras personas para desarrollarnos psicológicamente de manera sana. Nuestra mente no se construye en soledad: nace en relación, se moldea en vínculo y se fortalece en comunidad.

Hablar con otras personas en un entorno seguro también es terapia. De hecho, Viktor Frankl, neurólogo y psiquiatra, decía que “quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo”. Muchas veces, ese “porqué” no nace de una autorreflexión aislada, sino de sentirnos parte de algo más grande que nosotras y nosotros.

En grupo encontramos palabras que solas o solos no hubiéramos descubierto. Nos sentimos menos raras, menos culpables, menos solos. El grupo sostiene, amplifica, devuelve perspectivas nuevas. Teje red. Y la red, como sabemos, salva.

Ejemplos prácticos de lo colectivo

Piensa en lo que sucede cuando compartes un problema con una persona de confianza. Muchas veces, al ponerlo en palabras, ya se siente más liviano. Eso mismo ocurre en un grupo seguro: la carga se reparte y el alivio se multiplica.

Cuando intentamos cambiar un hábito en soledad, es fácil rendirse a la primera dificultad: la fuerza de voluntad se agota y la motivación decae. En cambio, al formar parte de un grupo de apoyo, cada pequeño avance se celebra y se convierte en un recordatorio de que no estás sola ni solo en el camino. El esfuerzo compartido pesa menos, y el camino se vuelve más llevadero y es más bonito.

Lo colectivo no sustituye al trabajo personal, pero lo potencia. Es como remar en equipo: el viaje sigue siendo tuyo, pero con compañía todo fluye distinto.

Tejer comunidad también es salud mental

Necesitamos reivindicar la importancia de los espacios colectivos para cuidarnos. La psicología no debería ser solo una práctica individualista, centrada únicamente en lo que “hace o deja de hacer la persona”.

La salud mental también se construye en lo social: en comunidades seguras, en vínculos sólidos, en espacios de confianza. Como señalaba el filósofo Martin Buber, “el yo se vuelve yo en el tú”. Es decir: no nos descubrimos plenamente hasta que nos reflejamos en otra persona.

Por eso, cada vez más profesionales defendemos que hacen falta lugares donde compartir experiencias, aprender herramientas juntas y juntos, y cuidarnos mutuamente. Porque sanar no es únicamente un proceso individual, sino también un acto colectivo.

La psicología frente al reto de lo colectivo

Durante décadas, la psicología se ha centrado sobre todo en procesos individuales. Y aunque ese trabajo sigue siendo fundamental, cada vez resulta más evidente que necesitamos dar un paso más: crear y sostener espacios colectivos donde poder compartir, aprender y cuidarnos en grupo.

El reto está en combinar lo mejor de ambos mundos: el acompañamiento individual, que permite un trabajo profundo y personal, y el acompañamiento grupal, que aporta la fuerza del vínculo y la sensación de comunidad.

Para que esos espacios funcionen, es esencial que estén facilitados por profesionales de la salud mental, capaces de generar seguridad, confianza y respeto. No se trata solo de “juntarse a hablar”, sino de construir entornos cuidados donde cada voz tenga lugar, donde el intercambio se convierta en aprendizaje mutuo y donde lo colectivo se viva como una experiencia sanadora.

Estos espacios no sustituyen la terapia individual, pero sí la complementan, y responden a una necesidad urgente: dejar de pensar la salud mental como algo estrictamente privado y empezar a verla como un asunto comunitario.

Nuestro próximo paso: nace Aluna

De esta necesidad, que observamos cada día en el Centro de Terapia Breve Ana Belén Medialdea, nació Aluna: un espacio pensado para tejer comunidad, compartir experiencias y construir salud mental desde lo colectivo.

Creemos en esa forma de sanar: en lo común, en lo compartido, en el poder del grupo. Muy pronto hablaremos más sobre este lugar que estamos preparando: un espacio donde bienestar y movimiento se den la mano, donde podamos dejar de ser islas y empezar a construir puentes.

Elegir los puentes en lugar de las islas

Si pudieras elegir, ¿prefieres seguir resistiendo sola o solo como una isla… o empezar a descubrir la fuerza de los puentes?

En Aluna creemos que esos puentes se construyen en lo compartido: en talleres de bienestar, movimiento, gestión de la dependencia emocional, respiración y otras herramientas prácticas que nos ayudan a crecer y a sentirnos acompañados/as.

Cada espacio que ofrecemos está pensado para que puedas dejar de cargar en soledad y empezar a vivir la experiencia de sanar en comunidad. Porque cuidar de ti también es dejarte cuidar, y hacerlo junto a otras personas multiplica la fuerza del proceso.

Hoy puede ser un buen día para dar el primer paso y sumarte a un espacio donde el bienestar se teje entre todas y todos.

Imagen de Ana Belén Medialdea

Ana Belén Medialdea

Psicóloga general sanitaria en Madrid. Especialista en terapia con adolescentes, adultos y familias desde el enfoque de Terapia Breve y Estratégico.

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